Neis Oliverio Lame, el consejero mayor del Cric y uno de los indígenas que logró ponerse de acuerdo con la ministra Nancy Patricia Gutiérrez para desbloquear la vía Panamericana, es un tipo extremadamente calmado.
No lo perturba tener el teléfono celular explotando de llamadas las veinticuatro horas del día, ni que el expresidente Álvaro Uribe tache a los indígenas de terroristas; ni que no haya tenido tiempo para desayunar por haber estado solucionando problemas dentro del campamento de la Minga.
Mientras pone boca abajo su teléfono sobre la mesa, alguien le cuenta que Uribe anda trinando cosas, que primero dijo que habría sido preferible cerrar la vía que hacer acuerdos con el terrorismo y que luego, en un tono aún más severo, dijo que si “la autoridad serena, firme y con criterio social implica una masacre es porque del otro lado hay violencia y terror más que protesta”.
El consejero no deja salir un solo gesto de animadversión ante los comentarios del expresidente.
—Yo solo le diría al senador Uribe que deje el odio, que contribuya a construir país, que entienda que Colombia es pluriétnico, de distintas formas de saberes. Solo le diría eso.
Fotos de Esteban Vega La-Rotta / SEMANA. Enviado especial a Caldono, Cauca.
Neis es un indígena nasa de piel cobriza, robusto, bigote frondoso. Nació en Las Delicias, una vereda pobre del municipio de Buenos Aires en el norte Cauca. Desde que tenía siete años, dice, comenzó a ser rebelde de ideas. Le nacieron en su cabeza por las injusticias que veía. Años más tarde estudió ciencias sociales y antropología en la UPB de Medellín y tiempo después terminó una maestría en gerencia de instituciones. Cuando iba para el doctorado, le propusieron liderar las causas del Cauca. Y ahí se quedó.
Con esa misma calma con la que le responde a Uribe, Neis dice que con el acuerdo alcanzado los indígenas no ganaron ni perdieron. Minutos antes, sin embargo, había dicho delante de más de 2.000 miembros de la Minga, que el consenso al que habían llegado con la Ministra debía considerarse un triunfo. “Al principio dijeron que no se sentaban a negociar con terroristas y negociaron con nosotros. Dijeron que Duque no venía y ahora va a venir”, dijo micrófono en mano.
Fotos de Esteban Vega La-Rotta / SEMANA. Enviado especial a Caldono, Cauca.
El desacuerdo pertinaz de Uribe frente a salida concertada que le dio el Gobierno al bloqueo de la Panamericana no es un tema de poca importancia. Esa postura tan radical es un síntoma de que el arreglo con la Minga no necesariamente significa que el asunto esté resuelto. Al contrario.
A Neis no le sorprende que una parte del establecimiento perciba a los indígenas del Cauca como bárbaros encapuchados que, empujados por la guerrilla, de cuando en cuando se toman las vías para batirse a piedra con el Esmad. Y no le sorprende –argumenta- porque ese rechazo es lo que explica que los indígenas históricamente hayan sido excluidos de un proyecto de Nación.
Lo que muchos colombianos no vieron en medio de los 28 días que duró el bloqueo a la vía Panamericana, fue cómo la Minga se organizó para resistir y presionar al Gobierno para que se sentara a dialogar. Sobre un cerro inundado de lodo en la vereda El Pital, del municipio de Caldono, los indígenas levantaron una carpa con 5.000 sillas.
Aún con dificultades logísticas, montaron un centro de comunicaciones con sistema de televisión para transmitir sus deliberaciones a través de redes sociales. Mientras en la prensa nacional solo se difundían imágenes de manifestantes quemando llantas y lanzando piedras en la carretera, en la base central hombres, mujeres y niños de distintas etnias venidas del Cauca, Caldas y Huila, se repartían disciplinadamente las labores cotidianas. Entre todos instalaron baterías con baños, carpas, fogones para cocinar, tiendas y hasta un espacio para quemar la basura que iba quedando con los días.
La idea era resistir el tiempo que fuese necesario. La guardia era la encargada de la seguridad, tanto en el cerro como en la carretera. Habían entrenado para las confrontaciones. Algunos llevaban escudos de lata hechos con viejas señales de tránsito o tejas de zinc. Sobre el metal agujereado de una de esas armaduras se podía leer: “guerreros milenarios”. En el campamento había chamíes, emberas, nasas, eperaras, coconucos, xiapiraras, quisqueños, totoreños, polindaras y misaks. Sin contar los campesinos que se unieron poco a poco a la Minga.
Dos jóvenes nasa que llegaron del Huila armaron con cartones una cámara de televisión y un micrófono e hicieron las veces de “prensa internacional”. Cansados de que en los medios los llamaran “terroristas” montaron su propio canal llamado “Nadie TV”. La gente se reía cuando los veía cargando una cámara de mentiras, sin saber que dentro del artefacto de cartón había un celular que grababa entrevistas que luego eran publicadas en Facebook.
En la negociación, Neis y sus compañeros lograron que el Gobierno se comprometiera con 843.000 millones de pesos para usar en proyectos productivos, dinero adicional a lo que contemplaba el Plan Nacional de Desarrollo. Si bien la Ministra les insistía en que en el plan ya había una destinación de 10 billones, los indígenas no estaban convencidos de que en realidad existiera ese dinero.
—No era que hubiese un fondo con esa plata. El monto salía de sumar oferta institucional como Familias en acción, PAE y demás— responde Neis.
—¿Qué les dice a quienes aseguran que ustedes solo buscaban dinero?
—Esa es una distorsión del mensaje. La esencia de la Minga es la defensa por la vida, la paz y el territorio. Y se trata de eso. Nosotros no hemos estado incluidos en la visión de desarrollo de los gobiernos. Y está en juego la tierra, que es sagrada. En nuestra forma de ver el mundo, no estamos de acuerdo con la explotación de la tierra por parte de multinacionales. No queremos
fracking ni más agresiones a la naturaleza. Eso es lo que no han podido entender —continúa Neis.
En el Cauca hay unas 600.000 hectáreas de tierra, de las cuales 100.000 están en manos de indígenas. De estas, 85.000 no son productivas. Y es que estos terrenos son los peor situados o los más lejanos, o los que hacen parte de reservas forestales, bosques o páramos.
Fotos de Esteban Vega La-Rotta / SEMANA. Enviado especial a Caldono, Cauca.
—¿Por qué es tan importante para ustedes que venga el presidente Duque? ¿Qué ocurre si no viene?
—Creemos que el Presidente debe venir. Y su presencia es importante porque es una garantía para que se cumplan los acuerdos.
Dentro del campamento se rumoraba que los indígenas estarían dispuestos a volver a tomarse la carretera si el Presidente finalmente viene. Sin embargo, Duque desde Popayán dijo que cumpliría su palabra.
A quienes tachan a los indígenas de tercos e inflexibles, Neis les contesta que la Minga puede llegar a ser tan radical como noble, dependiendo de si les respetan su dignidad como pueblo.
Más allá de la visita presidencial que podría darse el próximo martes, los indígenas demostraron que cuando resisten y se organizan para ello, pueden llegar a mucho más que incomodar al establecimiento. Tras el extenuante paro –según Ana Fernanda Muñoz Montoya, directora de la Cámara de Comercio de Popayán, las pérdidas económicas se pueden contar en 50.000 millones de pesos– también quedaron en evidencia dos países distintos. Uno es el que ve a los indígenas como un problema a erradicar por la fuerza, visión de país que comparte el ex presidente Uribe. El otro es el de la Minga que estará dispuesta a pelear las veces que sea necesario por sus derechos. Aunque haya acuerdo, en el fondo las diferencias están lejos de solucionarse.]]>